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Crónica de una barbarie impune revela las voces, rostros y vidas que Chevron nunca podrá silenciar

 

El reconocido escritor ecuatoriano Esteban Michelena con el apoyo del Ministerio del Ambiente del Ecuador, presentó la noche del 21 de abril, en el Centro Cultural Itchimbía, su último trabajo: “Crónica de una barbarie impune: los últimos inocentes del planeta”, obra que demuestra una vez más la estela de dolor y muerte que dejó Chevron-Texaco durante los años que realizó sus operaciones en la Amazonía ecuatoriana.

Para el autor, “Crónica de una barbarie impune: los últimos inocentes del planeta” es el resultado de un arduo y conmovedor trabajo que le permitió internase en la selva y escuchar las voces consumadas por la contaminación de más de 2 millones de hectáreas de suelo amazónico. Michelena, denuncia que la petrolera estadounidense niega su responsabilidad y evita por todos los medios ser sancionada por las acciones que de manera negligente provocaron la peor contaminación ambiental y las más funestas consecuencias sociales en el Ecuador.

La presentación del libro contó con la presencia y participación de Marcos Agila y la enfermera Rosa Moreno, quienes con sus propios relatos hicieron sentir al auditorio los momentos de angustia y desesperación que han tenido que afrontar en el transcurso de los años.

Rosa Moreno es lojana y trabaja en el centro de salud de San Carlos,  desde hace 30 años,“…en esa época todos se bañaban en el río. Hasta que empezaron a aparecer enfermedades raras, que no se veían en otras comunidades. Recuerdo que los niños de la familia Molina perdieron las uñas de sus manos y a su cuero cabelludo le afectó una enfermedad que les dejó unas marcas parecidas a las que dejan las quemaduras”.

Marcos Agila también es lojano y llegó a Sucumbíos en 1973, él cuenta que cuando recién llegó al Oriente en el río se podía pescar sábalo y bocachico de hasta 8 libras, “…con los derrames de petróleo los peces desaparecieron. La cosa se ponía más grave en época de lluvia, el río con petróleo se desbordaba y contaminaba todo.  En  1986 llovió tanto que el río creció y se contaminó la captación de agua del pueblo de Dureno”.

Estas son solo una sencilla pero profunda muestra de lo que esta crónica revela, voces de dolor y desesperación que por muchos años y hasta ahora han querido ser silenciadas. Gritos inocentes que claman justicia desde lo más profundo de la selva.

Por su parte, la Ministra del Ambiente Lorena Tapia, ratificó el compromiso del Estado ecuatoriano de seguir luchando para que se haga justicia, “hace ocho años ya que este gobierno ha acompañado de manera incondicional la causa de los afectados, y ha exigido justicia para ellos y para la naturaleza amazónica, en medio de las mentiras y de la millonaria campaña de desprestigio que la petrolera lleva en contra de nuestro país”, destacó.

La Secretaria de Estado puntualizó que la contaminación dejada por la operadora estadounidense no fue un accidente, “la compañía supo siempre, y durante cada minuto que operó en el Ecuador, que dejaba una huella toxica de imborrable sufrimiento”.

El libro de Esteban Michelena se constituye en  un instrumento más para enfrentar la cadena de mentiras con las que Chevron – Texaco quiere desprestigiar no solo al Gobierno ecuatoriano, sino a un país entero que lo único que quiere es se haga justicia.

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